Las células madre son células especiales que tienen la capacidad de regenerar otras células devolviendo las funciones óptimas a los tejidos del organismo, incluida la piel. Por ello, dan vida u origen a otras.
Nuestra piel por si misma produce células madre que remplazan a las envejecidas y dañadas; en un proceso de renovación celular en el que un grupo de células mueren para dar paso al nacimiento de nuevas células; sin embargo cuando éstas son atacadas por la Radiación UV y el estrés ambiental, su actividad, vitalidad y número se ve reducido de manera negativa.
Es por eso que cualquier piel envejecida, dañada y/o estresada disminuye la formación de Células Madre propias.
A partir de los 30 años, los tejidos de la piel van perdiendo sus propiedades jóvenes y el proceso natural de renovación celular se empieza a hacer más lento, ocasionando la pérdida de firmeza, lozanía y elasticidad en la piel.
Con el paso del tiempo, la piel sigue envejeciendo y aunque hay muchos tratamientos para disminuir los efectos, las células madre restauran el daño provocado a la piel poniendo un alto a los síntomas.
Reproducen el efecto de las células en estado embrionario, lo que promueve las proteínas esenciales de la piel para regenerar y revitalizar al rostro desde el interior de la piel.